sábado, 30 de marzo de 2013

El Ayer: Los primeros turistas de la historia

Hoy comienza una nueva sección en este blog. Como el propio título del mismo indica, Turismo de Ayer y de Hoy, pretende acercarnos un poco a la historia del turismo, al ayer, para ir entendiendo cómo se llegó a configurar el turismo tal y como hoy lo conocemos. Y, ¿por dónde empezar? Pues por los primeros turistas de la historia.


Aunque alguno crea que el turismo comenzó cuando los ingleses y los alemanes decidieron venir a España porque era barata y podían beber lo que quisieran, pues no, ésta es una historia que comenzó mucho, mucho antes.

En general, por turista se entiende a aquella persona que se desplaza fuera de su lugar de residencia habitual, por un período inferior a 12 meses y por motivos de ocio, religión, salud, negocios, cultura, visita a familiares y amigos, etc., cuya finalidad principal no sea una actividad remunerada. Para poder hacer turismo es necesario tener tiempo de ocio por lo que el progreso tecnológico y las condiciones socioeconómicas han tenido mucho que ver en su desarrollo. Pero, ya antes de que esto se produjera, ya había habido turismo por parte de otras civilizaciones.

Las primeras manifestaciones turísticas se produjeron en la antigua Grecia. Los griegos despreciaban el trabajo, para eso tenían esclavos, así que el tiempo libre lo dedicaban a la cultura, diversiones, religión, deporte y a viajar, como medio de ampliar conocimientos. Personalidades como Homero, Herodoto, etc. hicieron referencia a sus viajes y animaban a sus discípulos a conocer nuevos lugares. Además, con las celebraciones de las Olimpiadas, numeroso público se desplazaba para asistir a los diferentes juegos, configurándose una especie de primitiva hostelería.

En la antigua China y en Egipto, los reyes, faraones y sus cortesanos también viajaban como placer y buscando descanso.

Muchas de las primeras formas de lo que podríamos llamar veraneo van unidas al desarrollo de la urbanización. Las clases adineradas salían de las ciudades y se desplazaban a las villas durante la época estival, como sucedió durante el Imperio de Alejandro Magno o el Imperio romano.

Al igual que los griegos, los nobles romanos poseían esclavos, con lo que en su tiempo libre gustaban de desplazarse a las villas de las afueras de Roma para su descanso, visitaban templos y santuarios y acudían a baños termales como los de Caracalla o Cartago.

Toda esta actividad turística fue posible gracias a la existencia de una relativa paz, unas buenas comunicaciones y la existencia de tiempo libre, esta última característica referida exclusivamente a las clases nobles y patricias.

Cuando alguna de estas condiciones se quiebra, los desplazamientos se frenan y el turismo queda relegado a colectivos muy minoritarios. Pero esa es ya otra historia.


Bibliografía


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