El XVIII fue un siglo de evolución y de cambios en los gustos de los turistas y en la propia configuración del turismo. A ello hay que añadir un hito en la historia moderna de la humanidad: la revolución industrial.
Durante el siglo XVII los baños termales, por recomendación médica, se habían puesto de moda. En estos centros se empezaron a organizar actividades lúdicas de entretenimiento para los huéspedes, a los que se unieron aquellos viajeros que buscaban diversión, con lo cual estos establecimientos empezaron a gozar de una gran popularidad en Europa a finales de ese siglo.
En la primera mitad del siglo XVIII, balnearios como Bath, en Inglaterra, contaban con una gran actividad y atraían a multitud de turistas. A la actividad balnearia hay que añadir un nuevo tipo de baño, al que también se le atribuían propiedades terapéuticas: los baños de mar. Esta nueva modalidad se va haciendo popular y atrayendo a aquellos turistas interesados simplemente en entretenimiento, con lo que a finales del siglo XVIII, los baños de mar eclipsan a los balnearios.
La localidad costera de Brighton, en el sur de Inglaterra, se configura como el lugar de moda de toda Europa en esta época.
En el siglo XVIII también se empieza a considerar la naturaleza como atractivo turístico en sí mismo. Empiezan a surgir las primeras expediciones alpinistas y se produce el primer ascenso al Mont Blanc.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII se asiste a una importante transformación económica y social como consecuencia de la Revolución Industrial. Esta va a traer la aparición de una clase media que va a provocar un gran cambio en el turismo, lo que unido a las mejoras en los medios de transporte, va a provocar un importante salto cualitativo en toda la actividad relacionada con el turismo.
Bibliografía
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