Los primeros años del siglo XX continuaron con la expansión del turismo, aunque todavía limitado a las clases sociales más pudientes. Estas se decantaban por las playas frías del norte de Europa, los balnearios y los grandes cruceros.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) paraliza todo tipo de actividades turísticas en Europa pero, al finalizar ésta, el turismo vuelve a coger impulso gracias a la fabricación en serie del automóvil y del autocar. Este acontecimiento suponía una importante diversificación en los medios de transporte, hasta ahora limitados al ferrocarril y al barco.